jueves, 30 de mayo de 2013

El danzón en Veracruz

La relación del estado de Veracruz con el danzón ha sido muy larga y fructífera. El danzón nació en Cuba, lo sabemos, pero a estas alturas es solamente allá una presencia que, si bien es constante, apunta a otras épocas con el esplendor de antaño. Es en México donde este género vive y está experimentando un renacimiento que lleva ya varias décadas, con Veracruz a la cabeza.
Por Veracruz penetraron y se establecieron muchos músicos cubanos, entre ellos muchos de renombre para sus respectivas épocas como Babuco o Acerina, que descubrieron en el puerto muchos de los ingredientes de ese mismo caldo de cultivo en donde se había formado el danzón, cuya fecha oficial fue la de 1879 pero que ya tenía años cocinándose en el caldero de interinfluencias musicales que era la Cuba del siglo XIX.
Es cierto que, al parecer, el danzón penetró primero a México por la península de Yucatán, específicamente por Puerto Progreso donde llegaron por barco las primeras partituras, pero la composición étnico-social de la península era muy diferente a la original cubana, lo cual no permitió un enraizamiento verdadero. Llegó y se quedó un tiempo pero nunca con el impacto y relevancia que en Veracruz. El célebre historiador de la música yucateca, Miguel Civeira Taboada lo dijo en su libro Sensibilidad yucateca en la canción romántica: “La sensibilidad del veracruzano, más abierta y alegre, parecida a los cubanos, le hizo identificarse inmediatamente con el danzón. Los yucatecos somos más fríos, reservados e introvertidos”.
También es probable que el género haya penetrado casi simultáneamente por varios puertos de la península y del golfo de México. Años más, años menos, lo cierto es que pese a que en Yucatán tuvo una época de abierto auge, fue en Veracruz donde se estableció de una manera, quizá más lenta y menos espectacular, pero más permanente. Fue en Veracruz Puerto donde se comenzó a dar ese proceso de transculturación mediante el cual el danzón fue volviéndose cada vez más mexicano, fue ahí donde los primeros músicos cubanos fundaron sus orquestas que, de una manera natural, se conformaron desde un principio con cubanos y veracruzanos, hasta llegar el momento en que existieron danzoneras exclusivamente con músicos locales.
Músicos veracruzanos que comenzaron a apropiarse de este género mediante un proceso que, una vez comprendidas las particularidades musicales, comenzó a sonar diferente. Primero fue la interpretación de los danzones cubanos con un sabor particular que se fue configurando como veracruzano y, muy pronto, la creación de un archivo importante de danzones propios producto de la inspiración propia de estas tierras.
En muy poco tiempo el puerto de Veracruz desarrolló una escena danzonera muy activa alrededor en buena parte de los famosos patios del barrio de La Huaca, que servían muy bien como salón de baile y punto de reunión. Muy bien lo ilustra don Francisco Rivera Ávila, el ineludible Paco Píldora en su poema La arremanga:
No entró de contrabando por la Antigua
ni vino en trasatlántico de lujo,
no dejó su sabor en la manigua
ni fue su introductor un negro brujo;
Llegando a puerto se varó en la playa,
se regó en los bohíos de La Huaca
y a sonar empezó tras la muralla
entre la gente de aguardiente y faca.

El Veracruz de aquellas épocas bien puede resumirse en las palabras de Anselmo Mancisidor quien en su imprescindible Jarochilandia escribe acerca de los puntos en común entre los modos de ser veracruzanos y cubanos:
Evoco en mis recuerdos la imagen del Veracruz del bohemio puro, de la sinceridad, de la honradez, del carácter jocoso, cordial, llevadero, amable. Eran todos éstos, atributos del veracruzano. Cuando a alguien brindaba su amistad, lo hacía sinceramente. De por sí el veracruzano de todos los tiempos ha sido bullanguero y amigable, y durante las tres primeras décadas de siglo, en que la independencia de Cuba era todavía reciente -consumada en 1898-, muchos cubanos emigraron a estas cálidas tierras de gran similitud a la bella isla. Por eso, siendo ellos una raza igual a la nuestra en sus manifestaciones de alegría, los resultados no se hicieron esperar; por todas partes la alegría era dueña de corazones y la franca camaradería se advertía hasta en las cosas más simples. (Mancisidor: 183)

Es cierto que la independencia de Cuba tuvo que ver con un aumento en la emigración cubana, pero los cubanos tenían ya mucho tiempo viniendo a estas tierras que, como bien dice Mancisidor, mucho les tendrían que haber recordado a las de su Cuba natal. Muchos de ellos eran comerciantes, otros formaban parte de las compañías de Bufos Habaneros, o jugaban pelota, pero muchos se fueron quedando y entre ellos había músicos. Una de las primeras orquestas en formarse con músicos cuya raigambre se podía encontrar es la isla vecina fue la Orquesta de Severiano Pacheco. Como enunciamos más arriba las orquestas comenzaron a formarse desde el principio con músicos cubanos y veracruzanos por igual, como lo demuestra el pase de revista que Mancisidor hace de la orquesta de don Severiano.

Era Severiano Pacheco un campechano de ascendencia cubana, de magnífica educación y buenos modales, que en cada interpretación ejecutada por su orquesta parecía experimentar con gran deleite los elevados goces de su arte. El conjunto musical estaba formado por su director Severiano Pacheco, el cubano José D. Noves, .ambos clarinetes primeros; el muy parlanchín Aurelio Valdés El Jilguero, cubano también, clarinete segundo; los cornetistas eran los mexicanos Luis Aguirre y Francisco Torres; trombonistas, el veracruzano Luis Ramírez El Chino y Albino Chilango, el primero, magnífico, y el segundo, muy bueno; Eulogio Veytia, veracruzano también, inigualable timbalero que después tocó el contrabajo; los cubanos Mateíto Brindes de Sala, tocaba el contrabajo, y Ñame, la clave y el güiro. (Mancisidor: 30)

A la orquesta de Don Severiano se añadió un muchachito llegado de Cuba de nombre Alberto Gómez, que empezó, siendo apenas adolescente, a tocar los timbales con la orquesta. Con el paso del tiempo se volvió un ejecutante bastante proficiente del cornetín, ganando tal fama, que la orquesta después de un tiempo fue conocida como la Orquesta de Severiano y Albertico, con ese diminutivo tan cubano.
El cornetín de Albertico y la orquesta tenían tan bien ganada fama que eran la única orquesta que el gobernador porfirista de la entidad, don Teodoro A. Dehesa, admitía como intérprete de las mañanitas cada 8 de diciembre en su cumpleaños. Se dice que incluso regaló en una ocasión un cornetín, bañado en oro que mandó hacer a Alemania especialmente para el joven instrumentista. (Mancisidor: 50)
Un poco después apareció en escena la danzonera que estaba destinada a cubrir musicalmente la primera mitad del siglo veinte en la escena porteña: Los Chinos Ramírez. El hermano mayor era Luis que perteneció a la orquesta de Severiano Pacheco y los menores eran Juan, Manuel y Ausencio. El apodo se lo debían a los rasgos orientales heredados de su padre que no era chino sino de ascendencia filipina.
En realidad, los Ramírez no eran chinos (…). Nativos del puerto [de Veracruz, evidentemente], debían sus rasgos orientales a su padre, filipino casado con cubana y emigrado a Veracruz desde Nueva Orléans, donde nació el mayor de ellos Luis Ramírez, fundador de la orquesta. (García Díaz: 115)

Los Chinos Ramírez cubrieron prácticamente toda la primera mitad del siglo XX amenizando numerosos bailes en todos los salones disponibles de la época, entre ellos el emblemático salón Villa del Mar.
Alrededor del cambio de siglo aparece otra orquesta dirigida por un timbalero cubano que respondía al sonoro sobrenombre de Babuco, cuyo nombre al nacer fue el de Tiburcio Hernández y que llegó a México como músico en un circo. La importancia histórica de la orquesta de Babuco, además de su propia valía musical, fue que en sus filas comenzó su carrera, como utilero, un muchacho llegado de Cuba que respondía al nombre de Consejo Valiente Robert, el que con su apodo de Acerina, vendría a crear una página muy importante para el danzón desde la ciudad de México tiempo después (Gerard: 34-35). La orquesta de Babuco alcanzó tal popularidad que fue invitada a inaugurar el famoso Salón México viajando exclusivamente desde Veracruz para la ocasión.
Hay dos primicias, además, que se dicen pertenecen a Babuco y su orquesta: la de haber utilizado por primera vez la denominación de danzonera para una agrupación musical que ejecuta danzón y haber puesto a circular la expresión “Hey familia, danzón dedicado a… y amigos que lo acompañan”, que se volvería a lo largo del siglo XX en sinónimo de danzón en los salones de baile.
El danzón fue poco a poco subiendo en la escala social y pronto ocupó espacios como la Lonja Mercantil o el Recreo Veracruzano, donde se escuchaban las orquestas de Severiano y Albertico, la orquesta de Los Chinos Ramírez, a los hermanos Turincio, Indalecio y Saturnino, a la orquesta Agustín Pazos, entre muchos otros, cada uno añadiendo su tramo en el camino que iba del danzón cubano a otro ya con sabor veracruzano.
A este auge en el puerto de Veracruz siguió otro en la ciudad de México donde en poco tiempo el danzón se apropió de los lugares de baile, decentes y no, de esas tierras que poco tienen de tropical pero que a fuerza de la musicalidad de cubanos y veracruzanos se fue convirtiendo en una ciudad ardiente a más de 2000 metros de altura. El auge fue tal que pronto comenzaron a acercarse músicos veracruzanos para formar parte de él, músicos de todas partes del estado como Sotavento o la región de Córdoba-Orizaba-Ciudad Mendoza-Nogales-Río Blanco, donde la importante presencia fabril había fomentado la creación de un buen número de bandas de aliento. La gran mayoría de ellos fueron músicos de filas en agrupaciones dirigidas por cubanos o capitalinos. Una excepción importante fue la agrupación dirigida por Alejandro Cardona.
Alejandro Cardona nació en Soledad de Doblado el 24 de abril de 1911 en el seno de una familia cuyo padre era director de la Banda del Apostadero Naval de Veracruz, el señor Luis Cardona Rojas. El pequeño Alejandro ya desde los seis años sabía descifrar los misterios de la pauta y muy jovencito tocaba ya con fluidez el cornetín. Entró a la milicia siempre cumpliendo funciones musicales en diferentes bandas. A los 19 años ya era oficial y poco más tarde fue subdirector de la Banda de Artillería de México ostentando el grado de capitán.
Ya fuera de la milicia, con apenas 25 años llegó un día al Salón México y le pidió trabajo al yucateco Juan Concha, el director de la danzonera oficial del famoso salón de baile. Obtuvo el trabajo, y no sólo eso, sino que lo que conservó por doce años hasta 1948. Al finalizar la década de los treinta ya era un trompetista muy respetado y reconocido en el medio de las danzoneras de la ciudad de México en donde se había ganado el sobrenombre del Louis Armstrong mexicano.
A principios de los años cincuenta, motivado nada menos que por Consejo Valiente Robert, Acerina, se decide a formar su propia orquesta, para la cual contrata a Flavio Salamanca, hermano de Memo, como su primer cantante. Con esa orquesta participó de forma estelar en prácticamente todos los salones de baile de la época. Con su orquesta grabó numerosos danzones, muchos de ellos compuestos por él como “El castizo Chamberí”, “El 13-20”, “Televisando”, “El libanés”, “A la playa bailadores”, “Mi lindo Veracruz”, “El Colonia”, “Poza Rica”, “Mi danzón, “Smyrna Club”, “Oaxaca”, “Irene”, “La prensa” y “El Choleño”, este último en referencia a su cuna Soledad de Doblado. Murió el 17 de abril de 1988 a la edad de 73 años.
Para mediados del siglo  el danzón era una presencia ineludible en los salones de baile de Veracruz y de la ciudad de México, además de buena parte de las ciudades grandes de nuestro país. Ya para esos años, además, el danzonete, creado por el matancero Aniceto Díaz en 1929, había penetrado exitosamente en nuestro país en donde habría que dar excelentes intérpretes como Moscovita y sus Guajiros y los Veracruzanísimos Pregoneros del Recuerdo.
Por esos años el poeta veracruzano Jorge Ramón Méndez Juárez, publicó un libro sonoramente titulado Sonetos para la geografía romántica de Veracruz en que incluía el siguiente soneto:
Danzón de cornetín y redoblante;
marinero danzón con bamboleo
de barco, palmar y de mareo.
Baile de viejo lobo navegante.

Vueltas en remolinos, adelante,
adelante y atrás, en balanceo.
Balbucean las promesas su seseo
cortador y andaluz… El machacante

Danzón, machaca ritmos, insinuante
sobre cuatro ladrillos del cuadrante
de un éxtasis con algo que marea.

Y es que en este rincón del paraíso
hasta el mismo soneto, manumiso
le aceitan la cintura y danzonea.

Después de esos años de auge el danzón dejó de ser el género en boga pero a diferencia de otros géneros musicales que han tenido su momento histórico para después caer en el olvido, el danzón permaneció adherido a ciertos sectores de las capas populares principalmente en la ciudad de México y el puerto de Veracruz, negándose a morir, buscando un segundo aire. Este segundo aire llegó en la forma de clubes de danzón que a partir de sus actividades en los salones de baile, comenzaron a reunirse evolucionando hacia unidades complejas, que lo mismo hacían labor pedagógica que gestionaban permisos y recursos de las autoridades culturales. Este proceso de gestión cultural, que dio pie a la etapa de florecimiento, renacimiento en muchas maneras, del danzón se fue dando casi sin pensarlo. Lo que se logró es que, sin un apoyo real de los medios de difusión electrónicos como la radio y la TV, el danzón se ha convertido en las últimas décadas en una presencia cotidiana en buena parte de la vida cultural de nuestro país con Veracruz en un puesto importante, y esto se ha logrado básicamente cambiando las maneras sociales de distribución de los bienes culturales. En la actualidad existen clubes de danzón a todo lo largo y ancho de nuestro estado, apoderándose de nuestra geografía en un proceso social sin precedentes, que como todo proceso social no tiene ni una fecha exacta de nacimiento ni un padre o madre evidente, sino que se fue forjando como un movimiento sin líderes visibles pero con una serie de objetivos comunes, que no por no estar escritos eran menos fuertes y genuinos.
A este panorama que mantuvo presente el danzón durante muchos años vinieron a sumarse algunas acciones individuales o colectivas que lo reforzaron y fortalecieron. Apareció una película de carácter independiente escrita, dirigida y actuada por mujeres externas al movimiento danzonero pero que tuvieron seguramente la sensibilidad suficiente para darse cuenta de que algo mágico estaba cocinándose. La película Danzón vino a descubrir, independientemente de sus calidades cinematográficas, un mundo que había estado oculto para el gran público pero que los aficionados al danzón conocían muy bien. Después vinieron algunas iniciativas oficiales como los Encuentros de Danzón a nivel nacional, además de muchos concursos y muestras en todos lados del país, en donde Veracruz se mostró siempre como una fuerza indiscutible e imperecedera en el mundo del danzón.
Con todo este movimiento, que podemos llamar movimiento danzonero, se logró la revitalización de algunas orquestas danzoneras que estaban un poco relegadas como la Danzonera Actopan de Juan Carreto o la excelente Danzonera la Playa dirigida por Gonzalo Varela, que contrastaron con la buena intención de municipalizar una orquesta danzonera destinada primordialmente a apoyar los bailes de danzón en el zócalo de Veracruz, pero que no dio los resultados esperados.
La Danzonera "La Playa" de Paso de Ovejas, a unos kilómetros del Puerto de Veracruz, fue fundada en 1938 por el trombonista Germán Varela Salazar, excelente músico autodidacta y origen de una dinastía de músicos que mantienen viva la llama del danzón en Veracruz. Don Germán falleció en 1985 y la Danzonera La Playa es actualmente dirigida por uno de sus hijos, el trompetista Gonzalo Varela Palmeros (nacido en 1945), quien se ha dedicado a la ejecución, con una excelente calidad musical, del repertorio danzonero tradicional, además de rescatar muchos danzones del olvido, entre ellos algunos de la inspiración de su padre, al mismo tiempo que ha incursionado en la composición de danzones de nueva factura.
Además el movimiento danzonero ha motivado a que muchas agrupaciones no típicamente danzoneras se decidan a incluir en sus repertorios algunos danzones, y de esta manera encontramos a bandas municipales, orquestas de baile, grupos de fiestas e incluso orquestas sinfónicas que han incluido al danzón en el marco de los géneros que ejecutan normalmente, además de pianistas, guitarristas o, incluso, arpistas.
Mención especial para Veracruz se merece el grupo Tres Generaciones del Danzón Veracruzano que fue fundado en 1989 a partir de la iniciativa de Rosa Abdala, bailadora legendaria del Puerto de Veracruz que impulsó la idea de enseñar el danzón a niños y jóvenes, al mismo tiempo que al tradicional grupo de la tercera edad a la que parecía limitado el danzón. El éxito del grupo fue en ascenso y dio como resultado la creación del Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón, Asociación Civil (CNIDDACC) en 1998. Tanto el club Tres generaciones como el CNIDDAC no entrarían en esta crónica dedicada al desarrollo musical del danzón en Veracruz, si no es porque han ampliado su campo de acción y dejaron de ser únicamente un club y una asociación de bailadores para convertirse también en promotores de la música del danzón mediante tres acciones específica. Primeramente, retomaron el concurso de composición propuesto por la Casa de Cultura de Ciudad Mendoza lo que ha dado como resultado la creación de un número de danzones nuevos en un ambiente que parecía ya vivir de un repertorio casi fijo. En segundo lugar se crea la Orquesta Danzonera Tres Generaciones apenas empezando el siglo XXI, agrupación que cuenta ya en la actualidad con tres grabaciones que incluyen no solamente danzones del repertorio tradicional sino danzones nuevos, renovando así su repertorio. El tercer lugar lo ocupa la Charanga del Puerto, creada en 2004, que bajo la dirección inicial de Memo Salamanca produjo un disco que hace uso de este tipo de instrumentación (basada en violines y flauta además de la percusión y sección armónica) que si bien es la agrupación danzonera por excelencia en la isla de Cuba, en México no se había utilizado para tal fin.
En resumen, lo que el movimiento danzonero de Veracruz ha logrado, ha sido un trabajo de bailadores, músicos, instructores, promotores y estudiosos que han posicionado al danzón veracruzano, convirtiéndolo en presencia obligatoria de buena parte de las festividades locales y regionales y en una necesidad del turismo cultural que acude muchas veces motivado por la posibilidad de presenciar ese momento en que la música se convierte en movimiento de los cuerpos y la magia resplandece. Terminamos con Paco Píldora:
Bailando en un ladrillo con soltura
llevando en el tacón la contradanza
y apretarle el revuelo a la cintura
cuando el compás en el timbal descansa,

eso era darle en la merita yema
para luego en vaivén acompasado
salir en paso falso y asentado
y entrar al descanso sin problema

luego flauta y violín en ritmo suave
el dueto del pistón y el bombardino
y el 3,2, sonoro de la clave
dando a punta y talón el giro fino

Pasar con el final a contratiempo
en el paso de rumba que arrebata
y salir del enganche siempre a tiempo
cuando el timbal en pracatán remata

así sin repelo asentadito
con sabrosa cadencia en la cintura
el paso más calmado y suavecito
fue tomando el danzón más sabrosura

Bibliografía
Civeira Taboada, Miguel. Sensibilidad yucateca en la canción romántica. Toluca, Estado de México: Gobierno del Estado de México, Dirección del Patrimonio Cultural y Artístico del Estado de México, 1978
Figueroa Hernández, Rafael. Tres generaciones del danzón veracruzano. Veracruz, Veracruz: Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón, 2008
Flores y Escalante, Jesús. Historia documental y gráfica del danzón en México: Salón México. México, Distrito Federal: Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos, 1993
Flores y Escalante, Jesús. Imágenes del danzón: Iconografía del danzón en México. México, Distrito Federal: Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos, 1994
García Díaz, Bernardo. Puerto de Veracruz. Xalapa, Veracruz: Archivo General del Estado de Veracruz, 1992
Gerard, Charley. Music from Cuba: Mongo Santamaría, Chocolate Armenteros, and Cuban Musicians in the United States. Greenwood Publishing Group, 2001
Jara Gámez, Simón, Aurelio Rodríguez “Yeyo” y Antonio Zedillo Castillo. De Cuba con amor… el danzón en México.
Mancisidor Ortiz, Anselmo Jarochilandia. Xalapa, Veracruz: Gobierno del Estado de Veracruz, 2007 (Primera edición 1971, Talleres gráficos de la nación)
Téllez Elías, José. Los Ángeles: El danzón de nuestro tiempo. México, Distrito Federal: Conaculta, Fonca, 2006

Trejo, Ángel. ¡Hey, familia, danzón dedicado a…! México, Distrito Federal: Plaza y Valdés, 1992

1 comentario:

  1. Su prosa, además de didáctica, es fresca y de fácil digestión, para los que, como yo, estamos ávidos de sumergirnos cada día más en este cautivador mundo danzonero. Muchas gracias por hacernos un poco menos ignorantes.
    Ángel Descalzo.

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